Boca Juniors tuvo todo para pasar a la final, pero ante la falta de definición se quedó afuera frente a un River sin brillo.
Un comienzo que pasó de sueño a pesadilla. A los 15 segundos Boca se encontró con un penal que pudo haber cambiado la historia. Gigliotti pidió la pelota y erró ante una chance de oro ante Barovero, que le adivinó su débil remate. Esa enorme oportunidad desperdiciada revivió a un River que parecía entregado ante una nueva eliminación. A partir de ese momento todo salió mal: Gago se lesionó, el Puma erró otras dos oportunidades claras, le anularon mal un gol, Ponzio fue perdonado de una expulsión y Pisculichi transformó en gol la primera situación que tuvo.
La falta de eficacia fue decisiva. Boca fue superior en juego durante el primer tiempo, pero al fallar goles fue entrando en una depresión que fortaleció a un River oportuno. En el segundo tiempo el encuentro se transformó en un recital de desaciertos, en donde la falta de idas del Xeneize terminó por decretar una eliminación dolorosa.
Boca deberá barajar y dar de nuevo, entendiendo que hay ciertos valores que deben volver. Hay que recuperar la llama perdida, el no dejarse llevar por el rival, la viveza dentro del campo de juego, el respeto de los árbitros, la identidad Bostera.