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Copa Argentina

Riquelminho

El Diez de Boca volvió a demostrar que es el jugador más determinante de la historia de la Libertadores. Un verdadero cuco para los equipos de Brasil. Un mago que no tiene fecha de caducidad.

Dicen que la magia no existe. Algunos otros hablan de la fe como si esa palabra sólo se pudiese relacionar con alguna religión. Juan Román Riquelme, el gran derrumbador de mitos, es una muestra viviente de que esas afirmaciones son falsas. El enganche de Boca regresó de una lesión y volvió a demostrar porque es el mejor jugador de la historia de la Libertadores. En Brasil, ante el campeón de América y del Mundo, aquél equipo que le ganó a él la final de la Copa 2012 y que lo vació del deseo por el fútbol,  exhibió su enorme jerarquía, su corazón de potrero y la fineza de sus sensibles botines para consumar una revancha que Boca y él necesitaban.

 Golazo.  Con un aire al que le marcó al Gremio en la final de América del 2007, Riquelme  clavó un derechazo inesperado, sin ángulo, que sorprendió por su violencia y precisión a    un larguísimo Cassio. Román sacó rápido un tiro libre y, sin mirar, le pegó a la pelota con  toda su técnica para dejarla bien arriba, cruzado, ahí, en la intercepción de los tres palos.  «Me hizo caso la pelota, y eso siempre me hace feliz», declaró el enganche en el día previo al partido. Y vaya que su amiga se portó bien con él.

Una vez más, el Diez demostró que en los momentos más difíciles de Boca él siempre aparece.  También quedó en claro que los clubes de Brasil son sus víctimas predilectas para demostrar toda su clase (con Bianchi como su técnico no perdió nunca en el país vecino).  Más allá del grito de gol (con el que agrandó su diferencia con Palermo como máximo goleador Xeneize en la historia de la Libertadores), Riquelme jugó un partido memorable. Aguantó la pelota, manejó los tiempos del equipo, generó situaciones de gol por su desequilibrio y con sus asistencias. Llega de seis meses de inactividad y de una lesión. Cosas que para cualquier mortal serían decisivas en su rendimiento, pero claro,  Román no es un ser terrenal.

Riquelminho, el monstruo de América, de la Copa, de los brasileros. Amado por millones, odiado por algunos pocos. Sólo el tiempo, cuando él ya no quiera jugar más, y su sombra no esté presente, se entenderá realmente lo que significó para Boca y para el fútbol. De estas exhibiciones, como la de esta noche, habrá que agarrarse para mantener latente las emociones que Román provoca con su arte, y para poder llegar a tener una noción de su verdadera dimensión. Pero cómo se puede entender su obra, como buen artista, si siempre se mantiene tan vigente, tan vanguardista. Estamos ante una leyenda viva, que por suerte, nos es contemporánea. Por lo pronto, ante el Corinthians, Riquelme sumó un nuevo capítulo de una historia llena de gloria y que parece que nunca terminará.

 


1 Comment

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  1. cris

    16 mayo, 2013 at 18:30

    Acabo de leer una gran nota ,memorable,mas alla de lo futbolistico FELICITACIONES Luciano Torres Toranzo.
    ESto tambien es el resultado de la magia deRoman !!!!
    Ayer mientras miraba el partido ,que salvo el gol no me gusto,sonreia cuando lo veia a Roman y me di cuenta que nada me importa mas de Boca ,que el verlo jugar a Roman y agradeci a todos aquellos que iniciamos una gran batalla por su regreso,es lo unico importante,amen del Virrey,que tiene Boca :poder disfrutar de esta joya humana y futbolistica siempre.Todo los otros son borrables–
    Gracias Roman ,por permitirme verte y disfrutar lo que con tanto amor haces,faltaria que te relajaras y volver a las pisadas y firuletes ,que el mundo se enter,como dijo Bianchi,cuando el partio al Barcelona,que sos el mejor jugador del mundo,

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