Un detallado análisis de la cronología, los aciertos, los errores y la metodología del nuevo entrenador de Boca Juniors.
El Vasco no te puede caer mal. Es un pibe del club que hizo todo el caminito: debutó en Primera, se bancó ser cedido a préstamo, volvió, se quedó con el puesto, ganó cosas importantes, hizo 2 goles en una final de Copa Libertadores para luego irse y dejarle plata al club. Muchos años después, con un club revolucionado y en un momento de sinsabores agarró un barco que estaba por hundirse y lo enderezó. O al menos dio un aspecto de cambio, lo que a esa altura no era poco.
Marcados los agradecimientos y hechas las salvedades es el momento de analizar sus meses en Boca, que tuvieron además de lo señalado el gran dolor de la eliminación continental con River, algo que no había pasado nunca en la historia.
El ciclo de Bianchi, mejor en puntos que en rendimiento, había dejado la vara muy baja. Iba a ser difícil no generar empatía con la gente, que si bien nunca mostró públicamente ni una sola crítica a la gestión del Virrey, ya estaba cansada de experimentos como Zárate o Grana, y disconforme con el bajo volumen de juego.
En su primer partido, y como hoja de ruta, borró a Zarate, Grana y Bravo, que si bien no tenían la capacidad para jugar en Boca, fueron injustamente señalados como el eje del mal. Sus reemplazos, de nivel discreto, sin duda superaron las performances de sus antecesores (y hasta nos parecieron buenos en un comienzo…). También se cambió el sistema por un moderno 4-3-3, de repente nos acostumbramos a hablar de interiores, basculaciones o coberturas. Se le dio lugar a Meli y Chavez más la confianza total a Calleri. La cosa pareció arrancar.
Se logró algo importante en un equipo que estaba deprimido: acostumbrarse a ganar. La Bombonera volvió a ser un lugar en el que llevarse los 3 puntos no era tan fácil, se vieron algunas sociedades interesantes y renació algo parecido a la ilusión.
Pero con el enamoramiento del primer mes ya lejano, no se veía un gran volumen de juego. La derrota con Capiatá expuso a un equipo que sin espacios para la velocidad de sus extremos carecía de un conductor. La llave que le otorgó a Gago nunca terminó de abrir puertas, y tanto Castellani como Acosta, no mostraron aptitudes para hacerse con el lugar.
Por otra parte, los jugadores de banda (laterales y extremos) no terminaban de hacer el daño buscado poniendo en duda todo el sistema. Calleri, una bestia que aguanta todo y necesita jugadores para asociarse, tampoco encontraba medios que rompan líneas o compañeros que desde los costados le faciliten el juego.
Luego de un empate con River bajo la lluvia en el cual el equipo mostró un plus en el carácter, y la anodina derrota con San Lorenzo, la Vasconeta abandonó el torneo local y se plantó en un solo frente: Copa Sudamericana. Máxime cuando el rival que se venía era River.
Y quizás en esta serie es donde más falló el Vasco. Apostó correctamente al duelo Martinez-Vangioni para generar la diferencia por afuera, pero ante la lesión del Burrito cambió su libreto e hizo ingresar a Fuenzalida para protegerse del tándem del rosarino con Rojas. Boca hizo poco en La Bombonera en un partido donde un cansado River impuso su carácter y contó con un permisivo Trucco, que permitió que los de Gallardo cortaran sistemáticamente el juego.
Para la vuelta dio un golpe de timón y optó por un 4-4-2. River venía de perder con Racing hipotecando el campeonato y con una enorme presión. El penal no concretado por Gigliotti a poco de comenzar el juego, más las dos oportunidades falladas por el ex All Boys, son un claro atenuante, pero también es cierto que el entrenador nunca pudo encontrarle a la vuelta al partido. Nuevamente apostó por el intrascendente Fuenzalida (a quien luego sacó) para reemplazar a Gago y cerrar a Meli, que jugando en diagonal desde la derecha estaba teniendo un buen partido. La apuesta del doble 9, con un Calleri que se fajaba con los centrales y un Gigliotti semi depresivo y carente de optimismo, tampoco funcionó. Sólo Carrizo, tan veloz como errático en la finalización, llevó por momentos algo de inquietud.
Luego del gol de River el equipo se paralizó, ni la charla del entretiempo ni los cambios modificaron el trámite del partido y Boca terminó, en una serie mediocre y de suma paridad, quedando afuera casi sin pisar el área en los últimos 25 minutos. Gallardo supo jugar mejor este tipo de finales y le torció el brazo al Vasco, algo impensado viendo los antecedentes coperos de cada uno. No es un hecho menor que Arruabarrena tuvo que armar un equipo en 48 horas con jugadores que no pidió y con un plantel acostumbrado a las derrotas en partidos importantes durante los últimos años.
El saldo que arrojan estos 4 meses es positivo. Meli, Chavez y Calleri dejaron de ser promesas o refuerzos falopa para transformarse en realidades de cara a lo que viene. Con mayor o menor éxito hay un sistema de juego y se ganó en orden defensivo, pese a los cambios obligados en la zaga. No hay que olvidar la presencia de asistentes como Gayoso o Markic, que elevan el nivel luego de las polémicas elecciones de Bianchi.
Pero el tiempo de las pruebas finalizó y ahora se vienen sus grandes batallas. La primera que deberá librar es respecto a los refuerzos y el armado del plantel, donde Boca tanto falló durante el ciclo Angelici. ¿Tendrá la fuerza el Vasco para ser intransigente en el arribo de jugadores de jerarquía?
Por supuesto que está el tema Riquelme; luego del criticado “yo no opino” de Bianchi, da la impresión que el Vasco privilegiará un vestuario que le fue fiel, antes que la llegada del ídolo.
Y por último, habrá que poder definir una línea de juego, algo que pareció claro en un principio, pero que ante la falta de respuestas de muchos jugadores se fue desdibujando.
Crédito abierto para el trío Arruabarrena-Markic-Navas y la expectativa de ver en el 2015 un Boca que pueda dar pelea en todos los frentes.