Un relato que repasa la carrera del pase estrella que revoluciona al Xeneize y a todo el fútbol argentino.
Como Wolverine en los Xmen o el robot T-800 en Terminator, Daniel Osvaldo es un futbolista diferente; de esos que generan admiración pese a los cuestionamientos moralistas de aquellos que lo apuntan por no tener los patrones de conducta tradicionales. Algo que en Boca ocurrió hasta el hartazgo con Juan Román Riquelme.
Es un antihéroe, con la rebeldía para enfrentarse con cualquiera, aún si eso lo perjudica en su carrera. Pero también con la capacidad técnica de hacer jugadas y goles que enamoran a cualquier tribuna. Fuera de las canchas sobresale también por ser un rockero, por ser dueño de un look extravagante y, en especial, por ser muy Bostero. Ahí, en su corazón azul y oro, se encuentra la clave para que se haya dado una transferencia impensada y que jerarquiza el fútbol argentino.
La carrera de Daniel Osvaldo se inició en Huracán. Pero antes, siendo un chico, empezó a exhibir su gran personalidad al abandonar las inferiores de Lanús (su barrio nativo) para ir a las de la contra, en Banfield. Tras dejar el Taladro pasó al Globo en el 2003; dos años después debutó en la primera para disputar el Nacional B, donde tuvo una gran tempoada en el que anotó 11 goles en 33 partidos. Eso sí, se fue con la cuenta pendiente de jugar en la máxima categoría de la Argentina. Sus condiciones ya eran destacadas y notorias en esa época, tanto que le valieron su pase a Europa. Más allá de su habilidad con la pelota, a sus 19 años demostraba ser un personaje muy particular: en varios encuentros del Quemero se animó a utilizar el mismo peinado que el brasileño Ronaldo había usado con gloria en el Mundial de Corea y Japón.
Italia se convertiría en su lugar en el mundo a partir del 2006. Ahí se empezaría a convertir en un trotamundos del Calcio. Su primer equipo fue el Atalanta, donde apenas jugó 3 partidos y anotó un gol en seis meses, aunque fue parte del campeonato que le dio el ascenso a ese equipo a la primera categoría. Luego llegaría el Lecce, club que también militaba en la Serie B, y donde anotaría 8 tantos en 32 encuentros, logrando captar la atención de la Fiorentina.
Fanático de Boca, Daniel Osvaldo se animó a pedir la camiseta número 9 que Gabriel Batistuta había dejado vacante y que nadie se animaba a usar en la Fiorentina. En su primer año las cosas le funcionaron, anotó 6 tantos en 25 partidos. Incluso animándose a celebrar cada uno de sus goles imitando el gesto de «ametralladora» que solía hacer el Bati en ese club. Festejo que a partir de ahí lo tomó como suyo. Ese año también fue muy importante para él, ya que fue convocado para jugar con la Selección Sub-21 de Italia, donde fue decisivo en la obtención del torneo Esperanzas de Toulon.
Su siguiente año en la Fiorentina no fue el mejor, ya que disputó 13 encuentros sin poder anotar un gol. El Bologna confió en él y lo contrató, pero Daniel Osvaldo tampoco logró tener buenos rendimiento, marcando apenas 3 tantos en 26 partidos. En ese club vivió quizás el peor momento de su carrera. Debió irse sin gloria y hasta peleado con los hinchas, a los que calló luego de anotar un tanto de cabeza.
La explosión de Daniel Osvaldo la consiguió en España, donde brilló con la camiseta del Espanyol del Barcelona. Ahí actuó durante dos temporadas, en las que marcó 22 tantos en 27 encuentros. En el medio, durante el 2011, se enfrentó a Boca en un amistoso en el que su equipo venció por 3-1. Ese día él anotó dos goles, pero no los gritó y hasta pidió perdón. Al terminar el partido bajó al vestuario para conocer a Juan Román Riquelme, su gran ídolo de la infancia junto a Diego Armando Maradona. Su estadía en esa institución le valió su primera citación a la Selección mayor de Italia.
Su enorme paso por el Espanyol le volvió a abrir las puertas el Calcio, donde regresó como un refuerzo estrella para la Roma. Sus 28 goles en 57 partidos fueron los números con los que selló otro gran paso. Una pelea con Erik Lamela, más un conflicto con el entrenador Aurelio Andreazzoli por no incluirlo como titular en la final de Copa Italia perdida con Lazio, hicieron que deje el club en el que parecía destinado para quedarse por durante muchos años. En esta institución afianzó un vínculo con Fernando Gago, quien años después sería clave para que se haga su paso a Boca.
El Southampton lo compró en el 2013 por una cifra cercana a los 20.000.000 de dólares. Al club inglés no le importó los rumores sobre la conflictiva personalidad del delantero y sólo se fijó en sus dotes como futbolista y en cumplir los deseos del técnico Mauricio Pochettino, aquel que había hecho explotar a Daniel Osvaldo en Espanyol. Su experiencia en la Premier League no fue la esperada, una sanción de la liga y otra del club le bastaron para que deba emigrar tras apenas seis meses en los que marcó 3 goles en 13 encuentros.
Su siguiente semestre volvió a ser en Italia, donde llegó a préstamo para ayudar a la Juventus a ser tricampeón de Italia. 18 partidos y 3 goles fueron sus estadísticas, pero pese a no convertir demasiado, mostró una gran conexión dentro y fuera de la cancha con Carlos Tevez, quien se convirtió en su amigo y otro pilar para que hoy Daniel Osvaldo esté en Boca.
El Inter contrató a Daniel Osvaldo a préstamo por un año. Ahí, pese a que anotó 7 goles en 15 partidos, fue separado por el técnico Roberto Mancini en sus primeros meses luego de una pelea que el delantero mantuvo con Mauro Icardi. Este conflicto, más la negativa del Southampton por recuperarlo, también fue decisivo para que él pueda cumplir su gran sueño: pasar a Boca Juniors.
Peleas, mucho carisma, talento y goles, Daniel Osvaldo es el nuevo antihéroe de La Boca. Un jugador al que muchos prefieren cuestionar por algunos conflictos, descuidando su enorme capacidad dentro de un campo de juego y su trayectoria de más una década en Europa, disputando Champions League y jugando para una de las Selecciones más importantes del mundo.
Llegó para cumplir su sueño, ese que tienen todos los que han ido a entregar su corazón a lastribunas de La Bombonera. En sus piernas, y también en su cabeza, está la posibilidad de hacer historia y convertirse en el nuevo ídolo del club de que ama. Tiene todo el talento para lograrlo.