Boca cayó por penales con River en un partido increíble que se disputó en México. Se terminó un semestre gris y en el que la moneda siempre cayó del otro lado.
El partido se puede analizar desde dos puntos de vista muy diferentes. Desde lo futbolístico se puede criticar – y mucho – el rendimiento de Boca, pero sin dejar de aclarar que aún así fue superior a su rival y no mereció irse derrotado. En lo emocional hay otra mirada; se siente la bronca, la impotencia y la desilusión por una nueva frustración y por caer una vez más ante River.
En los 90 minutos se igualó 1-1 en México y con una cancha con poco público que sirvió de ejemplo de lo que fue el encuentro. River fue pobre, aunque contó con la capacidad para aprovecharse de una defensa que marcó en línea y, en su primera situación, no perdonar con Villalva para lograr la ventaja. Boca, lejos de una actuación lucida, era más y tuvo más de una oportunidad clara de gol para igualar el encuentro. Aunque sin la capacidad para superar Barovero ni los palos. Recién cerca del final, tras una buena jugada colectiva, Riaño de atropellada logró la igualdad.
La pequeña alegría que significó el empate parcial desapareció en los penales. Es que ya en el primer remate quedó en claro que la fortuna estaba del otro lado: el palo decidió que la del Chiqui Pérez se fuera afuera y la de Vangioni adentro. Luego llegaría la tapada de Barovero a Forlín y la definición de Ledesma para el 4-2 final. Inmerecido, sin fútbol ni fundamentos, pero otra vez la alegría fue para los otros.
El semestre se terminó cerrando como una foto de lo que fue toda esta temporada; con esfuerzos que no alcanzan para el éxito y que solo sirven para que el golpe sea aún más doloroso. Ahora habrá que pasar de página, porque aún en el peor momento, siempre se puede y más siendo Boca.