Te dejamos nuestra mirada sobre una película que intenta mostrar parte de la enorme grandeza del último diez.
La figura de Juan Román Riquelme es tan compleja como fascinante. No solo es el mejor jugador de la historia de un club gigantesco como es Boca Juniors, también es el último gran ídolo de un país tan apasionado como este. Desde su retiro ningún jugador despertó tanto fanatismo ni fidelidad en estas tierras por un jugador, ni siquiera lo logra un extraterrestre como Lionel Messi.
Más allá de las pasiones y del talento, Román ha demostrado ser un superdotado en la concepción del juego que lo hizo brillar. Ya transcurrido más de un siglo desde la creación del fútbol como deporte, son muy pocos los actores que han sabido interpretar y leer tan bien los conceptos de lo que se debe hacer dentro de la cancha. Esa característica única de Riquelme pareció ser el disparador del documental que el director Sebastián De Caro publicó de manera en Youtube y con el permiso del propio 10. Pero, ¿logró acertar en su enfoque? De eso nos vamos a encargar en esta crítica.
De Caro utiliza en su documental imágenes sacadas por él y su equipo durante el último encuentro que Román disputó en Boca, en el 3-1 ante el Lanús de Guillermo Barros Schelotto, en La Bombonera, el 11 de mayo y por el Torneo Final 2014. Todo el tiempo el eje del lente es Román y en cámara lenta, generando fotogramas preciosos que tranquilamente podrían ser cuadros o fondo de pantalla para cualquier fanático. La música es original y con un estilo retrofuturista que recuerda la cortina de antiguos programas deportivos como Fútbol de Primera, pero que más allá del homenaje a ellos, sirve para darle un tilde épico al film. En cuanto a nivel sonoro, solo al inicio y al final aparece el ambiente de La Bombonera en la mezcla, todo para darle un plus a esas escenas clave. También hay un efecto especial cada vez que el 10 impacta la pelota, que suma a la espectacularidad.
Otra de las decisiones artísticas de este documental pasan por el utilizar voces en off de artistas y periodistas para ir refiriéndose a Román. Diálogos que intentan devolverle al 10 una pared invisible, todo mientras el foco de lo visual sigue siendo un permanente seguimiento sobre la imagen del crack. Ahí se destaca la aparición de una leyenda del rock nacional como es el Indio Solari, quien abre con su voz el desfile de opiniones. El ex cantante de los Redondos ya había escrito unas palabras sobre Riquelme en el libro de «El caño más bello del mundo» que Diego Tomasi escribió sobre la figura del 10 en el 2014. Acá se repite la presencia literaria del artista, quien regaló un gran texto para mejorar el cierre del metraje.
Técnicamente el documental es impecable, tanto en lo visual, como en la fotografía, el encuadre, la música, la mezcla de sonido y la composición general. Ni hablar de lo difícil de conseguir tantas voces y el poder filmar en La Bombonera, para seguir exclusivamente a un jugador, con el inconveniente de hacerlo de noche y sin la luz ideal, y con la lluvia siendo otro enemigo con el que tuvieron que batallar. Entonces, y aún pese a todos estos méritos, considero que «Román» (2020) fue una gran oportunidad fallida para homenajear a uno de los mejores futbolistas de la historia.
El documental tiene dos fallas clarísimas y que son las que provocaron que muchos de los que lo observaron se hayan sentido decepcionados y enojados. Por un lado está la falta de una narrativa clara, ya que nunca se entiende qué es lo que buscan contar. No se sabe si el cuento es sobre el último partido de Román, si es un repaso de su figura o si está centrado en su capacidad intelectual. Es un rejunte de eso, pero sin una forma clara ni coherencia. El otro inconveniente es que la producción parece estar realizada por personas que saben muchísimo de técnicas audiovisuales, pero que desconocen el sentir del fútbol y lo que generó Riquelme dentro de una cancha. Solo así se entiende que por momentos todo sea tan desapasionado, abstracto y con voces en off que incluso son agraviantes para la figura del 10.
La premisa inicial del documental, presentada en un texto antes de la aparición de las imágenes, habla de los «gestos del futbolista más inteligente del fútbol argentino». Y la realidad, que por la decisión de centrar todo el foco en Román, dejando de lado cómo él con sus decisiones afectó a la pelota y al entorno, le quitó fuerza a esa premisa. Es decir, si Riquelme cambia de frente y deja solo a un lateral, es parte de su sabiduría y conocimiento del juego. Entonces, al centrarse tanto un plano fijo sobre su figura, fallaron en la concepción de su relato. Esa noche el 10 brilló y demostró, en su último juego, no solo su vigencia y calidad, si no la enorme supremacía que tuvo hasta el final en campo. Algo que a lo largo de los 69 minutos del metraje apenas se puede apreciar toda esa sabiduría. Hay jugadas icónicas de este partido que tuvieron de protagonista al enganche y que no aparecen, quedando la duda si fue por no poder ser captadas o por decisión artística.
Lo único que sirve para mostrar parte de la inteligencia de Román son aquellas imágenes en la que se lo ve enganchado para sacarse la marca, o en las que habla y ordena a sus compañeros, incluso luego de que Boca convirta un gol. Pero hablamos de tres escenas de un film más de una hora. Por momentos el uso de la cámara lenta parece ser más un recurso para embellecer o extender el metraje ante la falta de jugadas clave que no pudieron filmar. Todo para centrarse en los gestos del 10 y así tapar el cómo no supieron exponer toda su inteligencia con la cámara, aún frente a un partido en el que se destacó y que dejó muchos momentos para destacar su comprensión absoluta del juego. Todo esto puede generar tedio en el espectador, ya que por momentos, y si no se es un fanático absoluto de Riquelme, hace que los 69 minutos parezcan mucho más.
La narrativa visual falla, y también la periodística. Durante el documental muchos de los invitados hablan de cómo Riquelme siempre supo lidiar contra los medios. Pero la producción buscó que las voces sean en su mayoría la de actores de esos programas a los que Román se enfrentaba, marcando una de las grandes incoherencias del relato. Personajes como Arcucci o Fucks, por citar a dos de los entrevistados, han tenido muchas malas maneras y conceptos espurios sobre la figura del 10. Su presencia, más allá de que en este caso aportan discursos positivos, no parece tener sentido.
Hinchas de River o Independiente desfilan por el documental. Periodistas y artistas, algunos que no han tenido un vínculo real con lo que significó Riquelme, también aparecen. Si la idea era no centrarse en fanáticos de Boca, podrían haber buscado personajes que disfrutaran su calidad de jugador en los otros clubes que pasó, incluyendo al Villarreal, donde también hizo historia grande. Tampoco se entiende, ante la idea de buscar voces como eje de la narrativa, el nulo aporte de personajes que hablaran el mismo idioma que el 10, como son los deportistas. ¿No hubiera sumado más algún entrenador o compañero para marcar el poderío de Román en cuánto a fundamentos?
Sin dudas que dentro de este contexto hay una enorme falla que sorprende que se les haya pasado por alto: Tomás Abrahm. Este filósofo e hincha de Vélez, a lo largo de todo su relato se encarga de minimizar la figura de Riquelme. Incluso, lo agravia en dos frases que no vale la pena citar. No hay aporte alguno en su discurso, salvo el insultar al propio homenajeado. La aparición de esa voz rompe con todo el clima que puede haber logrado el espectador, generando solo antipatía y una excusa para tener un sentimiento negativo con el propio documental. Si esto fuera fútbol, sería un gol en contra de la producción, uno de esos que luego emiten hasta el hartazgo en los programas que repasan los más insólitos de todo el año.
Para cerrar este concepto, considero que «Román» debería ser catalogado como un documental de observación, como es el caso de la película «Los Pibes» centrada en la captación de talentos de Boca que el director Leandro Colas estrenó en el 2015. Claro, en aquella ocasión ese resultado fue buscado, mientras que acá parece ser la consecuencia de fallos internos a la hora de querer ser otra cosa. Está claro que su intención fue la de replicar, con menos recursos y con su propio sello, «Zinedine Zidane: el último partido» (2007), donde todo se centró en un seguimiento del crack francés en su retirada del Real Madrid. Encuentro donde casualmente, también jugó y brilló Riquelme. Pero, la falla de narrativa anuló completamente el intento por parecerse a aquella producción, quedando en este híbrido que no parece encontrarse.
Pese a considerarlo una gran oportunidad perdida y tener un error claro en la narrativa, concepto y decisiones de producción, no hay dudas que «Román» (2020) es un buen producto que tiene momentos geniales, una enorme calidad técnica y que sirve para que todos los amantes del 10 puedan reencontrarse de nuevo con su ídolo. Eso sí, todavía y por mucha diferencia, «Román x Román» (2014), creación de Leandro Ulloa y de Marcio Offredi, sigue siendo hasta el día de hoy la mejor opción para explicar y sentir lo que fue el jugador más inteligente e influyente sobre el juego que ha tenido este país en los últimos años.
En definitiva, a valorar el esfuerzo de Sebatián De Caro y su equipo, pero también a soñar con que sigan apareciendo proyectos para revivir y seguir conociendo a Román, porque su figura aún sigue siendo infinita y con mucho para contar.
Meta
4 mayo, 2020 at 18:22
Excelente crónica, ni ganas de verla tenía y ahora tengo los fundamentos jaja.
Mención aparte para RomanXRoman que es una joya.