Gustavo Alfaro, conociendo al nuevo técnico de Boca

Repasamos la historia del entrenador y también cuáles son las posibilidades tácticas que sume para el Xeneize de cara al 2019.

Un entrenador que sabe lo que es el sacrificio. Si hay algo para destacar de la carrera de Gustavo Alfaro es la paciencia. Antes de esta gran posibilidad de Boca, supo empezar de muy de abajo en Atlético Rafaela. Ahí, el club que lo formó como jugador, le dio su primera oportunidad para ser entrenador en las inferiores. Su capacidad lo llevó a progresar, consiguiendo alcanzar su debut en un equipo profesional con La Crema, algo que le significó cumplir un sueño familiar debido a que su padre supo ser dirigente de esa institución, pero también para él por haber cumplido todas las etapas.

Luego de tres años en Rafaela inició su recorrido, pasando Patronato, Quilmes, de nuevo La Crema, Belgrano y Olimpo (2001). En Bahía Blanca daría su primer gran paso al conseguir el ascenso a Primera División, éxito que obtuvo con el plus de ser el campeón de la B Nacional.

Ese título lo hizo arribar de nuevo a Quilmes. El Cervecero quería volver a Primera y Alfaro superaría las expectativas: ascenso y la mejor campaña de un recién subido, consiguiendo clasificar a la Copa Sudamericana y a la Copa Libertadores. Ese éxito, sumado a lo de Olimpo, lo hizo tener su roce con un grande al ser contratado por San Lorenzo de Almagro. Lamentablemente las cosas no le salieron bien, sumado a su falta de vínculo con el club que le quitó tiempo de trabajo, y debió irse por los malos resultados.

Cuando su carrera parecía que había sufrido un traspié que a muchos lo hubiera hundido, él renació al llegar a Arsenal. Su estadía de casi 8 años en el conjunto de Sarandí, en dos ciclos que tuvo en el medio un fallido paso por Rosario Central, lo hizo conseguir un milagro deportivo: se coronó campeón del fútbol argentino y de la Supercopa frente a Boca. También conquistó la Copa Argentina eliminando a Independiente y ganándole la final a San Lorenzo. Por último, conquistó la Copa Sudamericana eliminando a River Plate y superando al América de México en el partido decisivo.

Luego de Arsenal pasó por Tigre y por Gimnasia, donde apenas tuvo rendimientos correctos. De nuevo aparecían dudas en su carrera, pero apareció la chance de llegar a Hurcán y todo volvió a su lugar. En Patricios fue donde volvió a demostrar todas las cualidades que lo hacen un entrenador respetado por todo el ambiente, al saber administrar recursos limitados, adaptarse a los planteles y sacar resultados que parecían imposibles previo a su llegada. Al Globo lo clasificó a la Libertadores 2019 gracias a la enorme actuación que consiguió con el cuarto lugar en la Superliga 2017/18; misma ubicación en la que actualmente está el conjunto de La Quema, que con un partido menos, se encuentra a 10 puntos del líder Racing. Si bien los hinchas se mostraron enojados con su salida, poco le pueden reprochar ya que él agarró al club peleando severamente con la chance de acumular otro descenso y hoy se encuentra peleando a nivel local y con el sueño de conquistar América.

Históricamente relacionado a un estilo defensivo; Gustavo Alfaro es más que un entrenador que solo piensa en cuidar su arco. Si bien su premisa inicial es la del equilibrio, ha logrado hacer jugar realmente bien a muchos de sus equipos. En más de una ocasión explicó que «el mejor entrenador es aquel que encuentra la estructura que mejor contenga las individualidades que uno tiene. Por eso, el tema más importante para un entrenador está en el armado del plantel». Esa frase marca parte de su estilo, ya que si bien suele preferir el 442 como sistema, ha sabido utilizar un 4231 y también el 433.

«Si la verdad es distinta a la que vos tenés en tu cabeza, ahí tenés que cambiar. Y si a la quinta o sexta fecha te das cuenta de que querés pasar de defender con una línea de tres a una línea de cuatro y no tenés laterales, el error es tuyo en la conformación del plantel», Alfaro en esa entrevista también marcó una clave de lo que será el Boca del 2019. Él, en conjunto con Nicolás Burdisso, deberán traer jugadores para poder acomodarse a más de un sistema que hoy es imposible; como por ejemplo, el 442. No hay volantes por afuera y no sobran por adentro. Con Gago siendo una incertidumbre por su nueva lesión, y con Pérez con muchas chance de ser negociado, habrá que traer mediocampistas de juego para que compitan con Almendra y Reynoso. Mientras que por las bandas solo Nández parece cumplir ese rol con naturalidad, teniendo que adaptar a Villa o a Pavón a cumplir esa función si es que no se trae otro especialista. Además, Barrios no ha tenido suplente, en un error que costó caro en el pasado y que ya no puede suceder.

En cuanto a características y fuera de los sistemas, en más de una ocasión Gustavo Alfaro tomó como referencia el Mundial de Rusia 2018. Ahí destacó a los equipos cortos que saben manejar los tres tiempos del juego: «Siempre estuvo el de la gestación y el de la recuperación; pero ahora hay que saber dominar la velocidad media que es la de la transición». También que, más allá de lo colectivo, importan las «individualidades» y los «detalles como la pelota parada», ya que estos pueden definir los partidos. Seguramente su intención sea la de ver un Boca que aproveche todos esos fundamentos. Ahí, de nuevo citando sus propias palabras, no tendrá la excusa de «la diferencia de jerarquía» que siempre sufrió y con la que tuvo que lidiar para ser competitivo. Ahora será él quien tenga que demostrar su capacidad ante los otros técnicos que, con menos, tratarán de igualar las condiciones.

Luego de 26 años de carrera, y siendo el técnico con más experiencia de la actualidad, Gustavo Alfaro encuentra la posibilidad de llegar a lo máximo como es el dirigir a Boca Juniors. Él sabe que el desafío será el más grande de su vida profesional, en especial por no tener la espalda del que recién dejó su cargo en el Xeneize. Como suele decir ante cada temporada que inicia en esta recta final que vive como técnico, «tiene que ser el mejor de toda su vida», así lo desea la mitad más muchos.