La eficaz ineficacia

Boca Juniors cayó ante River Plate en Mendoza por 2-1. El equipo de Carlos Bianchi pagó por un precio elevado dos errores groseros y se llevó una derrota que pudo ser victoria. Se terminó el verano,  a cambiar el chip que ahora se viene lo importante.

Los nuevos viejos males siguen atacando a Boca. Aún un promisorio inicio del partido en el que los tres volantes ofensivos crearon un mano a mano en el que Sánchez Miño perdió ante Barovero. El equipo Xeneize volvió a mostrarse vulnerable ante el primer avance del rival; en esta oportunidad, fue tras un centro al área en el que Agustín Orion salió mal y permitió a Gabriel Mercado cabecear con facilidad al fondo del arco. Otra vez la eficaz ineficacia le costaba caro a los dirigidos por Carlos Bianchi.

Pero si el fallar en las áreas es un problema persistente, la flaqueza mental también lo es para Boca. El mejor momento de River en todo el partido se dio en esos escasos cinco minutos después del gol, fue ahí con otra jugada de pelota parada en la que Cavenaghi casi marca un inmerecido segundo gol a favor de los su equipo. Esa falta de reacción y de sangre es lo que tanto molesta a Bianchi y a todos los hinchas Xeneizes en general.

El Burrito Martínez fue el motor de la remontada. El delantero jugó un gran partido en el que con su sacrificio y desequilibrio logró despertar a Boca para llevarlo hacia el arco de Barovero. El «siete bravo» encontró socios en Acosta y Sánchez Miño;  juntos, como al comienzo del partido, consiguieron adelantar las líneas y que el equipo presionase más arriba.

La mejoría de Boca tuvo su premio. En un remate potente del Cata Díaz, que también contó con un error de Barovero bajo los tres palos, culminó en el empate. La igualdad se entendía por los errores de los arqueros de cada equipo, pero en cuanto al nivel de juego, el equipo de Bianchi se iba al entretiempo con una sensación de haber rendido mejor.

En el complemento el partido se volvió un poco más vulgar y parejo. River comenzó a adelantar sus líneas haciendo que el juego sea en espacios reducidos y con gran acumulación de volantes por el centro. En ese contexto, Néstor Pitana comenzó a ser vital para los de Núñez por su omisión en el castigo hacia las constantes y severas infracciones de los de la banda. Si los árbitros Delfino y Abal habían sido decisivos para que Ramón Díaz festejara en los clásicos anteriores, el mundialista no fue la excepción en este encuentro: un claro penal por mano de Ponzio, la no expulsión de Balanta por sus reiteradas faltas estando amonestado y la permisividad para que Teo Gutiérrez golpeé con su puño a Grana, fueron los errores más graves del pito.

Se pueden enumerar todos los fallos dañinos del árbitro, pero si Boca perdió fue por más que la sanción, o no, de Pitana. De hecho, el segundo gol de River proviene de un nuevo error grave de la defensa de Boca; en  una jugada en la que Nahuel Zárate perdió una pelota increíble – a la que muchos consideraron por falta de Carbonero hacia él – y regaló un hueco que Teo Gutiérrez aprovechó para el 2-1. Es simple: si que te cueste definir frente al arquero rival es un problema grave, cuando encima le entregás al adversario situaciones tan claras para convertir, es muy difícil conseguir triunfos. Lamentablemente, ese es el principal, y por ahora sin solución, inconveniente que tiene y mantiene este equipo.

Ni las arremetidas finales de Martínez y Acosta lograron darle un poco de justicia al resultado. El verano le sonrío a River y le llovió a Boca. Ahora solo queda buscar mantener lo mejor de lo visto hoy en Mar del Plata y, a su vez, trabajar insistentemente en la concentración y fuerza mental del grupo. Quizás Riquelme y la posible llegada de Diego Perotti sean una solución, pero si la cabeza de los jugadores no cambia, la situación no variará.