Diego convirtió uno sus goles más recordados en un súper clásico. Esa noche Boca goleó por 3 a 0 y el cerró la cancha con aquel mítico gol.
Carlos Córdoba desbordó por derecha, enganchó para adentro, y con la izquierda cedió la pelota ante la entrada de ese petiso que usaba la 10 azul y oro. No dominó el balón, le ordenó que se recueste bajo el poder de su zurda mágica . Así se enfrentó a un mito del arco como lo era Fillol. Lo desafió con la mirada y no le importo la postura jesuítica del portero, lo engaño con la cintura y tomó el camino izquierdo del gol. Abatido y atónito quedaba el arquero ante la simpleza de cada gesto del mago. Sólo quedaba una esperanza para River, Tarantini llegó para cruzar ante la posible falla de su compañero, esperaba en la linea y era más que un defensor, era el guardían del orgullo millonario. Maradona realizó un movimiento tan leve que aún hoy se duda de si lo hizo o es parte de la imaginación popular, con ese simple movimiento derrumbó al último cabo, y pese a su desesperado intento de atajar la pelota, sólo quedaba la euforia Xeneize. El jugador más grande de todos los tiempos dejó su huella histórica en los súper clásicos.
Fue victoria Xeneize, goleada, con anotaciones de Brindisi en dos oportunidades y el ya mencionado gol del 10. Ese equipo que dirigía Silvio Marzolini, y tenía figuras como Mouzo, Gatti, Pernia, Escudero, Perotti, Ruggeri, Rodríguez. Terminaría siendo campeón del Metropolitano del 81.
