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Copa Libertadores

Con el corazón caliente

Boca ganó un partido fundamental en Montevideo para la clasificación a la siguiente fase de la Libertadores. Fue 1-0 frente Nacional con un gol de penal de Riquelme. El Xeneize jugó más de un tiempo con un jugador menos por la expulsión de Claudio Pérez. Épico triunfo.

Había que ganar, se lo necesitaba imperiosamente para poder recuperar los puntos perdidos en la Bombonera de la semana pasada. Pero también, para cortar esa racha negativa de derrotas con sabor injusto. El escenario no era el mejor: Nacional, en Uruguay, con un estadio colmado y con los antecedentes recientes de una caída ante ese mismo rival. Con el corazón caliente, aún ante todas esas adversidades, Boca salió a jugar el partido con la convicción de que una hazaña más, sería posible.

La pelota era de Boca, Riquelme, como siempre, era el encargado de distribuirla. Notoriamente, el enganche comenzó el partido tirado más a la derecha que la izquierda, en algo que no suele ser tan común en él. Román, consciente de que por esa banda su equipo no tiene la misma profundidad que por el otro sector, se posicionó ahí para comenzar a darle confianza a Sosa y a Erbes para que también entiendan que a veces la mejor defensa es el ataque.

Nacional esperaba en su campo cortando metódicamente el juego con infracciones, o acumulando gente para evitar cualquier circuito de juego del Xeneize. La estrategia era no dejar jugar, relegando cualquier chance de ir por la victoria. Pero, en una de las tantas faltas que sufrió Boca, Riquelme se paró para patear en una posición ideal para él. Como el árbitro brasileño, Paulo Olivera, dejó que la barrera haga lo que quiera adelantándose burdamente, Román utilizó todo su oficio y pegada para apuntar por abajo de los jugadores uruguayos buscando el palo izquierdo de Bava. El arquero, en una gran acción, lo adivinó y voló abajo tapando el disparo con dificultad.

Boca era más, jugaba con confianza y todo parecía indicar que rápidamente llegaría al gol. Pero Nacional, en primera vez la primera vez que logró romper con presión de la mitad de cancha Xeneize, Albín avanzó, tiró un centro frontal hacia el área, y cuando Alonso se preparaba para dominar, Claudio Pérez lo empujó leventemente aunque con infracción. La imprudencia del central salió caro: sexto penal en contra para los dirigidos por Bianchi en estre semestre y la expulsión del defensor. En el mejor momento de Boca, un error, le dejaba la gran chance al Bolso de ponerse arriba, aún, casi sin proponérselo. Iván Alonso intentó picarla, pero su disparo se fue por arriba del travesaño dándole vida al Xeneize, como una señal de que quizás, la mufa se estaba empezando a ir.

Ante la expulsión, Carlos Bianchi decidió retrasar a Ribair Rodríguez para utilizarlo como primer marcador central. Algo que el entrenador fue trabajando durante varias semanas, y en reiteradas ocasiones, con él. La mitad de campo quedó igual, aunque Erviti se tiró al centro y Clemente alternaba entre ser lateral o volante por su banda. La diferencia de un hombre menos no se notaba, el dominio seguía siendo azul y oro.

La pelota parada volvió a ser un factor determinante para Boca. Un centro cerrado al área de Román, fue interrumpido por el pitido del árbitro. El brasileño Olivera corrió hacia el centro del área señalando el punto de penal y amonestado a Scotti. Pese al sospechoso letargo para darse cuenta de las dos trasmisiones televisivas, la pena máxima era sancionada por el juez. Riquelme se paró para ejecutar, corrió hacia la pelota, levantó la cabeza, observó a Bava para definir cruzado, fuerte y arriba. GOL, su primero en esta nueva etapa con la camiseta que tanto ama. El diez , gritó, corrió y se fue a celebrar con Pablo Ledesma en un abrazo fraternal. El ídolo sigue haciendo historia: con ese  festejo se convertió en el máximo goleador de la historia del club en la Libertadores con 24 celebraciones.

Nacional, obligado por el resultado, puso Recoba para jugar la segunda parte. El Chino demostró que su talento no tiene fecha de extinción,  haciendo que su equipo crezca y deje esa actitud tan pasiva. Boca se paró más atrás, el esfuerzo comenzó a ser una característica de cada uno de los jugadores azul y oro. Ribair hacía gala de su polivalencia y marcaba con efectividad en la defensa. Erbes demostraba que su crecimiento es aún ascedente, ganando en cada sector y jugando cuando podía. Riquelme enseñaba su voz de mando para ordenar al equipo, además, claro, de su ya conocida capacidad de organizar el juego y proteger la tenencia. Orion sacó chapa de arquero de equipo grande al tapar las pocas situaciones claras que los uruguayos le provocaron. Cada uno, en su puesto y con sus características, se destacó por sobre el resto, conformando la columna vertebral que tanto necesitaba Boca para salir adelante.

Los últimos minutos fueron a pura agonía, más por el miedo latente que deja una cadena de derrotas, que por la gran capacidad de desequilibrio de Nacional. El final del partido marcó el alivio y la sonrisa de un grupo que necesitaba con urgencia un mimo del destino. Fue una noche épica, de esas que tanto le gustan a Boca.

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