Eterno

Un pensamiento sobre el ídolo más grande de la historia de Boca Juniors, al menos así lo siente el que escribe esta pequeña nota.

Es eterno. Ayer el mundo se detuvo por un instante. Juan Manuel Martínez hizo un jugadón sacándose tres jugadores a pura gambeta y recibió una dura infracción de Gabriel Mercado cuando estaba por entrar al área. Pitana cobró el tiro libre y todos nos quedamos conteniendo la respiración. Él, con su natural tranquilidad, agarró la pelota, la besó y la apoyó con cariño en el césped sabiendo que había un país mirándolo. De un lado estaban los que lo quieren, esperando que haga lo que hizo; del otro estaban los que lo desprecian, soñando con que fallara para castigarlo. El ángulo y Barovero fueron los testigos privilegiados de una nueva obra de arte del maestro, que feliz como un nene, se fue corriendo a gritar su milagro como cuando era chico e iba a la tribuna con Cacho – su viejo – a alentar a Boca contento. Se los presento, se llama Riquelme y es mi ídolo.

Hay gente que se piensa que tiene el poder y el derecho de arrebatarle sus últimas hazañas al tipo que más feliz me hizo defendiendo la camiseta de Boca. Riquelme es ese chico que la rompía en todos los potreros del fútbol argentino y que River se lo quiso llevar y no pudo, porque él llorando se negó por ser Bostero. También es ese flaquito que debutó en la Bombonera con una asistencia, muchas pisadas y tres ovaciones de los hinchas. Además es el que rezó en los penales contra el Cruz Azul en la final de Libertadores del 2001, el que lloró porque no pudimos ganarle al Bayern, y el que ganó todos los títulos posibles siendo figura en los partidos más importantes.  Ayer fue el mejor de Boca y del Superclásico en general, pero su actuación ante River no es parámetro para decidir si hay que renovarle o no el contrato. A esta altura ya no tiene que rendir ningún examen con la camiseta azul y oro,  estoy hablando de un hombre que se ganó a puro talento el poder decidir cuándo retirarse para terminar su carrera. Y de disfrutar de hacerlo en el club que ama. Es así de simple: se trata de una cuestión de respeto, de reconocimiento y de amor.

Riquelme ya está más allá de las discusiones banales como lesiones o supuestos contratos altísimos que hace rato que no cobra. Cuando Román ha jugado desgarrado para que Boca le gane a Libertad – como en tantos otros partidos – nadie hacía hincapié en que estaba mal o que podía perjudicarlo a futuro. Además, como si el sentir un dolor de un desgarro fuera un placer que el 10 elegiría para perjudicarse a si mismo y a sus compañeros. Tampoco había quejas cuando tras ganar dos Libertadores consecutivas, siendo la figura absoluta del equipo, ganaba veinte veces menos que otros compañeros suyos. Evidentemente el dedo acusador tiene memoria selectiva y un criterio incoherente.

Como socio, como hincha y como periodista tengo un solo pedido: que no sea su último Superclásico, al menos no por decisión de otros. Yo todavía quiero seguir conteniendo la respiración para gritar con mucha fuerza en cada tiro libre  suyo…