Connect with us

Editorial

Arruabarrena: identidad, trabajo y legado

Una mirada cronológica para destacar la labor del hombre detrás del equipo que le volvió a dar un título al Xeneize.

Suceder al entrenador más importante de la historia de Boca para tomar las riendas de un equipo que no podía levantar cabeza ni de la mano de Bianchi, no parecía una tarea sencilla para ningún reemplazante.

A esa difícil misión se sumaba otra desventaja, el epílogo de la carrera del futbolista más trascendental que haya vestido la azul y oro: Juan Román Riquelme.

Había que mejorar lo que ni el mismísimo Virrey pudo y sin contar con un armonizador del juego como el 10 de Don Torcuato. En ese contexto de difícil transición, llegó Arruabarrena.

De entrada nomás, los periodistas que cubren el día a día se asombraban por los métodos de entrenamiento utilizados por el cuerpo técnico xeneize. Los trabajos físicos con pesas, las pasadas interminables alrededor de la cancha y los ejercicios de fuerza con cargas sobre los hombros, dejaron su lugar a prácticas más específicas, en donde la pelota era el elemento infaltable que regía cada trabajo.

En espacios reducidos, se simulaban acciones de ataque, defensa, presión colectiva y desmarques, con la premisa de mejorar la precisión y de ese modo conseguir velocidad.

La idea era clara, el Vasco pretendía un equipo sólido, con sus líneas compactas mediante pases cortos, pero voraz para presionar y explosivo para atacar. La meta era mecanizar movimientos colectivos, generando automatismos que facilitaran la tarea de los protagonistas los domingos.

Desde el inicio el equipo del Vasco ofreció conceptos nítidos. La receta era tangible, los jugadores demostraban conocerla y la desarrollaban con convicción.

Los hinchas comenzaron a ilusionarse, el equipo contagiaba su confianza, había recuperado funcionamiento y por ende también el protagonismo.

Todos esos motivos generaban ilusión, pero está se atenuó tras la eliminación en manos del tradicional rival.
Es cierto que el equipo del Vasco estuvo lejos de su mejor nivel, pero su rival no fue mucho más.

Se trataba de una instancia crucial, en donde los partidos se definen por detalles, pero no fue River quien condicionó con su juego a Boca, sino los arbitrajes que fueron perjudiciales para el Xeneize. Y por si eso no alcanzaba, un par de estúpidos consumaron desde la tribuna la lamentable agresión que provocó la eliminación del Xeneize en los escritorios de la Conmebol.

Se podrá criticar la inclusión de algún futbolista, la manera de plantear el partido, pero indudablemente Boca no fue superado ni eliminado por su rival en el campo.

Lo que siguió fue duro. El camino parecía poco atractivo tras un golpe tan fuerte, pero el equipo de Arruabarrena jamás abandonó su identidad.

En un torneo largo y con los denominados equipos grandes atravesando su mejor momento de los últimos años, la misión de ganar el torneo local no parecía sencilla.

River con su mejor equipo de los últimos 15 años, Racing con la confianza renovada por su reciente conquista, san Lorenzo envalentonado tras haber concretado el logro más importante de su historia y equipos como Central, con muchísimo hambre de gloria y pasajes de buen fútbol, configuraban un escenario complicado para acceder al título.
Pero Boca siguió peleando, aun con dificultades, sin encontrar su mejor nivel y con algunos rendimientos individuales bajos; pero sin abandonar las premisas sobre las cuales Arruabarrena construyó a este equipo: respeto por la pelota, asumir la iniciativa y jugar en campo rival.

Pero este equipo necesitaba demostrar que no era menos que su clásico rival, éso que no había podido demostrar en gran medida por factores ajenos al juego.

Entonces el Vasco y sus jugadores fueron a enfrentar a sus fantasmas en condición de visitante. Pero esta vez ni la permisividad arbitral en perjuicio de Boca pudo impedir que el Xeneize consumara una victoria determinante para sus aspiraciones.

El equipo ya se sentía ganador, lo que restaba no era fácil, pero ya había saldado sus cuentas pendientes con las injusticias del pasado reciente.

Entonces esa ilusión que el Vasco había contagiado desde su llegada, terminó materializándose en un título tan ansiado como merecido, porque este Boca siempre merecía más de lo que conseguía, siempre cosechaba menos de lo que sembraba.

Pero este triunfo no solo aporta una nueva estrella al escudo. Además es la consumación de un trabajo meritorio, que dotó de identidad futbolística al equipo, sentando las bases para seguir logrando objetivos.

El pasado nos regaló una era inigualable, con Bianchi y sus muchachos que nos llenaron de gloria poniendo la vara muy alta. El Vasco no cuenta con todos esos futbolistas que rompieron el molde, pero a fuerza de trabajo ha sabido construir un equipo que impone condiciones y sale a ganar en todas las canchas.

Este Boca siempre supo a que jugaba y respetó las consignas de su técnico. Con dos extremos y un centrodelantero o con un creativo y dos puntas, con Cubas haciendo gala de su capacidad para recuperar o con Erbes relevando incansablemente a sus compañeros, con jóvenes promisorios como Bentancur o con experimentados como Pablo Perez y Lodeiro que cada vez se meten más en el corazón de los Bosteros, con un futbolista rutilante como Tevez o con el aire fresco que aporta el Tucu Palacios.

No ha sido fácil el camino, pero el cuerpo técnico comandado por el Vasco jamás abandonó la ruta que eligió. La mesura, la autocrítica, la ambición y la convicción por un equipo ofensivo llevaron al Xeneize a recuperar su sana costumbre, lo que manda su historia, ser protagonista siempre.

Boca es otra vez campeón y jugará otra final.
Es tiempo de disfrutar, festejar y seguir soñando.
Ya se acerca Nochebuena, ya se acerca Navidad…

1 Comment

1 Comment

  1. gonzalo

    2 noviembre, 2015 at 11:21

    Una lástima que ayer en la cancha no cantaran tanto por el Vasco, se escuchó algún canto de algunos hinchas pero se merecía que todo el estadio cante por él. Ojalá que en la final de la copa tenga su merecido reconocimiento.
    Aguante Boca!!!! Somos campeones otra vez…
    Falta que el 6 de Diciembre se vaya Angelici y mi felicidad será completa.
    Gracias Diario Xeneize!

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

More in Editorial