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Editorial

El artista

Fernando Gago regresó a Boca Juniors para demostrar que es un futbolista de una categoría y elegancia superior al resto. Un crack que juega con el plus de llevar la camiseta azul y oro como si la tuviera pintada en su piel.

En medio del invierno la Bombonera vivió un pequeño verano ayer por la tarde. Fernando Gago regresó al club de sus amores bajo un cálido sol y la retumbante ovación de los hinchas. Con el guiño del destino, ese que siempre suele acompañar a los jugadores distintos, en la primera pelota que tocó en su vuelta, asistió a un compañero para que abra el partido y ponga a su equipo en ganador cuando apenas iba un minuto de juego. El impacto tempranero sirvió para que la realidad cayera sobre los presentes: ese muchacho alto, flaco y con la cinco en la espalda era  realmente ÉL. Sí, el artista está de nuevo en Boca.

Hay jugadores que nacen para jugar en determinado club. Hay otros que además se crían en esa institución logrando una comunión ideal que los ata de por vida a esos colores. Fernando Gago nació en Ciudadela, pero desde muy chiquito que se acostumbró a vivir en La Boca. Se crió en las inferiores Xeneizes en las que se destaco siempre por su calidad y personalidad. Con apenas 16 años, de la mano de Carlos Bianchi, subio a la Primera para comenzar a entrenarse y foguearse con el mundo profesional. Dos temporadas después llegó su esperado debut, aquél en el que fue la figura del triunfo ante Quilmes por 1-0, que lo catapultó hacia un camino de éxito. Tras el primer paso se volvió indiscutible, no hubo entrenador que no lo quisiera de titular pese a su edad, con su jerarquía ya se había convertido en una estrella.

El resto de su historia en Boca es conocida. Ganó todo lo que jugó junto al Coco Basile, convirtió un  sólo gol(azo) frente a Vélez y lleno de magia el círculo central cada vez que le tocó jugar. Tras perder su única final en el club quedándose sin la chance de ser tricampeón, llegó una oferta millonaria que lo depositó en el Real Madrid y en Europa por los últimos siete años.

Ayer, como si el tiempo se hubiera detenido y aún estuviésemos en el 2006, el artista volvió a entrar en la Bombonera con un saltito de cábala en el que no quiso apoyar su pierna izquierda. Con la elegancia que lo caracteriza, esa que lo hace ver como un jugador de esmoquin y zapatos de charol, Gago desplegó todo su talento a puro pase y su gran abanico de los fundamentos del juego, como: inteligencia para con un toque de pelota limpiar la jugada ante la presión del rival. Capacidad para distribuir la pelota y darle posesiones fluidas su equipo. Generosidad para desmarcarse y ser siempre una opción como receptor. Valentía para ir a recuperar bien arriba incomodando a los contrarios. Fuerza para ir al roce y un control del timming perfecto para recuperar la pelota en el momento adecuado.

Un día volvió Gago a Boca, pero pareció como si nunca se hubiera ido. Con el artista de regreso, todo parece posible en el futuro Xeneize.

 

2 Comments

2 Comments

  1. delfina

    2 septiembre, 2013 at 12:14

    La distancia no es cuanto nos separemos, la distancia es si no volvemos. Y vos un día volviste, te amo !!!!

  2. cristina sikos

    2 septiembre, 2013 at 20:02

    Roman es tan grande que ayer no jugo para que toda la gloria la tenga gago en su regreso #RomanEsPuroAmorXBoca

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