El equipo de Guillermo cumple 365 dias en la cima del futbol argentino. Sin embargo, tiene algunas deudas en el juego de cara al 2018, año fundamental para ir por la Libertadores.
Desde aquél lejano 11 de diciembre de 2016, luego de golear por 4-2 a River de visitante, Boca cumple un año consecutivo como líder del campeonato local. En ese lapso se consagró campeón del torneo 16/17 y es el único puntero del actual torneo, ya bajo el nombre de Superliga. Queda claro, el Xeneize es el mejor equipo del fútbol argentino.
El principal mérito de este cuerpo técnico, comandado por Guillermo Barros Schelotto, es haber logrado mantenerse bajo un manto interminable de bajas por lesiones graves y salidas del club: Tevez, Gago, Benedetto, Centurión, Insaurralde, Seba Pérez, Sara y Jara integran la lista, donde se suman alejamientos menos resonantes (Silva, Bentancur, Tobio, Werner) y otras lesiones más leves (Goltz, Pablo Pérez y Espinoza).
Pese a estos contratiempos, el técnico supo imprimirle una identidad de juego que superó los nombres, con juego asociado por las bandas, buena circulación de la mano de Gago, solidez defensiva con el equilibrio de Barrios y una formidable capacidad goleadora, explotando la velocidad para salir en contraataque y el aprovechando los espacios que dejan los rivales cuando intentan salir de la presión alta que propone Boca.
Aunque estas virtudes hacen ilusionar, existen otros aspectos del juego en donde Boca todavía no da garantías. Un aspecto fundamental en este ítem es la falta reacción en los mano a mano. Rosario Central, por ejemplo, en las dos últimas ediciones de la Copa Argentina eliminó a un Boca desordenado que no supo leer el juego. Remontándose en el tiempo, pasó lo mismo en las semifinales de la Libertadores 2016 contra Independiente del Valle. En este tipo de partidos, cerrados, discutidos y con pierna fuerte, dónde el rival cambia el desarrollo del juego, se cierra defensivamente sobre su área o presiona grupalmente la salida del Xeneize, Boca suele quedar herido. Racing y el Canalla fueron el ejemplo más cercano.
Considerando que en 2018 se viene la Copa Libertadores y la Supercopa Argentina, ni más ni menos que ante River, es urgente que el cuerpo técnico resuelva el problema. Estos padecimientos generalmente tienen que ver con la ausencia de otro plan de juego. Cuando el rival neutraliza el Plan A del Xeneize, suele terminar llevándose los puntos. A veces, con modificar levemente el esquema, el 4-3-3 marcado que elige el técnico, se pueden ver otro tipo de respuesta. Poniendo a Cardona de enganche para armar un 4-3-1-2, o parar un 4-4-2 clásico con volantes por afuera, podés encontrar caminos que te lleven a romper el cerrojo defensivo rival. Es importante no repetirse en búsquedas que en un partido, por diferentes cuestiones, no dan resultado. y si se quiere ir por la Libertadores, tener varios recursos tácticos es parte de la estrategia.
Otro ítem a resolver es la actitud de los jugadores ante la provocación y las patadas del rival. El contrincante va a lo que más le conviene, y si Boca se va de eje y cae en la trampa, va a sufrir. Esa falta de «viveza», con jugadores dedicándose a pelear y olvidándose de jugar, son detalles que puede costar la eliminación de una Copa.
El tercer problema tiene que ver con la falta de recambio confiable. Con un equipo titular aceitado, Boca no tiene suplentes que estén a la altura de esos titulares. Teniendo en cuenta la cuádruple competencia que se viene el próximo año (Libertadores, Superliga, Copa Argentina y la Supercopa), con un calendario apretado por el Mundial de Rusia, reforzarse en los puestos claves es fundamental para encarar un año con tranquilidad.
Por suerte, algunas señales invitan a creer en que estos pocos defectos, pero que pueden resultar determinantes, sean resueltos. Luego de un primer tiempo malo en Arroyito, Boca, con 10, salió a jugar el segundo tiempo con otra actitud, se olvidó de pelear y por poco no terminó empatando. Frente a Estudiantes, después de un arranque nefasto, el campeón empezó a saltear líneas rivales, buscando con pelotazos largos a Pavón y apostando a construir juego a partir de la segunda jugada. Dio resultados, Boca ganó y es único líder. Ojalá que sea el preámbulo de un 2018 cargado de vueltas olímpicas.